Normas sociales y dinámicas de poder en el hogar: movilidad y trabajo extra-doméstico de las mujeres en San Felipe del Progreso
Dynamic and social  standards of home power: mobility and extra-domestic work of women in San  Felipe de el Progreso
  
    Normas sociais de poder e dinâmicas em casa: mobilidade e trabalho  extra-doméstico das mulheres em San Felipe del Progreso
Arlette Covarrubias Feregrino
El Colegio Mexiquense, A.C. México
arlette.cov@gmail.com
    Resumen
    Muchas mujeres mexicanas no pueden  elegir con libertad sus idas y venidas ni tampoco su trabajo, lo que repercute en  su bienestar. El objetivo de este artículo es analizar las normas sociales que influyen  en las dinámicas de poder en el hogar y que guardan relación con la movilidad y  el trabajo extra-doméstico de las mujeres del poblado de San Felipe del  Progreso. Asimismo, se estudiaron los mecanismos de poder utilizados por los  miembros del hogar en estas situaciones. Con este fin se realizaron entrevistas  a profundidad a grupos de mujeres en la región, donde se encontró que las  normas sociales determinan las tareas que deben cumplir las mujeres en el  hogar, el poder de autoridad de sus esposos y familiares políticos, los  argumentos utilizados en la negociación y, por tanto, los mecanismos y la visibilidad  de las estrategias para ostentar el poder y oponerse a él. 
Palabras clave: normas  sociales, poder en el hogar, empoderamiento mujeres, trabajo extra-doméstico,  movilidad.
    
    Abstract
    Many Mexican women do not can choose  freely their comings and goings or his work, with implications for their  well-being. The aim of this article is to analyze the social norms that  influence the dynamics of power at home that relate to the mobility and work  extra - home of the women of the village of San Felipe de el Progreso. Also  studied the mechanisms of power used by the members of the household in such  situations. With this objective to women's groups in-depth interviews were  carried out in the region, where it was found that social norms determine the  tasks to be met by women in the home, the power of authority of their husbands  and in-laws, the arguments used in the negotiation and, therefore, mechanisms  and the visibility of strategies to hold power and oppose him. 
Resumo
  Muitas  mulheres mexicanas não pode escolher livremente as suas idas e vindas, nem seu  trabalho, o que afeta seu bem-estar. O objetivo deste trabalho é analisar as  normas sociais que influenciam a dinâmica de poder em casa e que se relacionam  com a mobilidade e extra-doméstico trabalho das mulheres na cidade de San  Felipe del Progreso. Além disso, foram estudados os mecanismos de poder  utilizados pelos membros do agregado familiar nessas situações. Para este fim  entrevistas em profundidade com grupos de mulheres na região, onde verificou-se  que as normas sociais determinar as tarefas a serem cumpridas pelas mulheres em  casa, o poder de autoridade de seus maridos e sogros, os argumentos utilizados  foram feitas mecanismos e estratégias de negociação e, portanto, de  visibilidade para manter o poder e se opõem a ela.
Palavras-chave: normas sociais, de energia em casa, o empoderamento das mulheres, extra-domésticos, obras de mobilidade.
Fecha recepción: Enero 2016 Fecha aceptación: Junio 2016
Introducción 
  La libertad de movimiento y la  posibilidad de elegir un trabajo extra-doméstico son fundamentales para el  bienestar de las personas. También son el medio para conseguir otros logros, tales como la asociación con otras personas fuera del  hogar, el desarrollo personal y de habilidades, la salud, etcétera. Sin  embargo, muchas mujeres mexicanas, al igual que otras de muchos países del  mundo, no pueden decidir libremente con respecto a su propia movilidad y trabajar  fuera del hogar a cambio de una remuneración. García y Oliveira (1994, pp. 216-217)  entrevistaron a mujeres de distintas localidades de México y encontraron que en  los sectores populares tan sólo 44 % de ellas tenía libertad para salir,  trabajar, o participar políticamente, pero primero tenía que pedir permiso a su  cónyuge. También encontraron que las principales fuentes de conflicto en el  hogar se debían a infidelidad, celos y prohibición por parte del marido para salir  sola.
  La  toma de medidas y la elaboración de programas que efectivamente empoderen a las  mujeres en estas áreas de su vida son fundamentales para aumentar su bienestar  y también para reducir la desigualdad y pobreza. Para lograrlo primero se deben  entender las dinámicas de poder utilizadas en el hogar, y cómo inciden  negativamente tanto en el bienestar como en la manipulación de las mujeres. Existen  distintos mecanismos que pueden utilizarse para obtener y ejercer poder.  Algunos de ellos son más violentos que otros, por ejemplo, la violencia física  es más perniciosa para una persona que la manipulación a través de argumentos. Además,  el poder puede manifestarse como un conflicto de intereses y, por tanto, ser  visible, pero también puede haber obstáculos que impidan que los conflictos de  intereses se exterioricen. 
  Las  decisiones que las mujeres y los hombres toman a lo largo de sus vidas y las  restricciones que enfrentan para poder tomarlas están relacionadas con su  entorno cultural e histórico (Boserup, 1970). Las normas sociales, es decir, las  reglas que dictan el comportamiento social correcto o incorrecto, determinan la  capacidad de elección de las personas. En México, así como en el resto del  mundo, dichas normas fijan el sistema jerárquico en el hogar, donde casi  siempre las mujeres tienen menos libertad de elección. 
  El  objetivo de este artículo es indagar la manera como las normas sociales  influyen en las dinámicas de poder en el hogar, que están relacionadas con el movimiento  y el trabajo extra-doméstico de las mujeres unidas en San Felipe del Progreso,  un municipio mazahua con altos niveles de marginalidad y pobreza en el noroeste  del Estado de México. 
En una revisión literaria de estudios sobre poder y  empoderamiento de las mujeres, Malhotra et al. (2005), encuentran que se han  hecho pocos los estudios, fuera del sur de Asia, enfocados en la libertad de  movimiento de las mujeres. Son más las investigaciones sobre la influencia del  trabajo extra-doméstico en el poder de las mujeres en el hogar, y escasas sobre  la negociación de las mujeres para trabajar a cambio de una remuneración económica.  Gates  (2002) encontró en la frontera norte de México que las mujeres negociaban con  sus esposos la posibilidad de trabajar, ofreciendo a cambio hacer más labores  domésticas o contribuir financieramente en gastos grandes como la construcción  de una casa. Por otra parte, Kabeer (2000) señala que en Bangladesh el  bienestar de los hijos es una estrategia común usada por las mujeres al  negociar con sus esposos su actividad laboral en las fábricas textiles.
Las normas sociales y el poder  en el hogar 
  La  definición de normas sociales que utilizaremos es la propuesta por Covarrubias  (2016), basada en la conceptualización de Rutherforth (1996). Las normas  sociales son reglas morales e informales (que tienen que ver con los principios  del comportamiento bueno o malo) mostradas por una sociedad y que influyen en su  internalización entre los miembros de un grupo de acuerdo a su grado de  aprobación. La violación a una regla puede ser castigada con chismes, críticas  y, en casos extremos, ostracismo o violencia. También puede crear sentimientos  de culpabilidad o remordimiento en el individuo transgresor.
  Las  normas varían en su nivel de subjetividad, es decir, el grado en el que se  naturalizan o internalizan en la sociedad. Bourdieu (1977, p.164) llamó “doxa” al momento en que las normas han  sido internalizadas en la sociedad, a tal grado que el orden establecido se  percibe como autoevidente y natural, y no como una posibilidad. Él distingue a “doxa” de otras creencias que implican  conciencia y reconocimiento de posibles creencias antagónicas. Dicho nivel de  subjetividad determina el grado en que la norma se generaliza en la comunidad.
  Por  otra parte, el significado del concepto poder ha sido debatido ampliamente en las ciencias sociales. De acuerdo con Lukes  (2005), esta palabra es polisémica, es decir, posee varios significados que se  utilizan de forma distinta dependiendo de su contexto y aplicación. En  ocasiones se utiliza para comunicar el poder de las cosas de existir y de actuar,  mientras que en otras se utiliza para señalar el poder de una persona sobre  otra. En el primer caso, Scott (2001, p.1) define el poder como el uso intencional  de un agente para afectar la conducta de otros en las relaciones sociales. Las  feministas utilizan la segunda conceptualización de poder, pero enfocado en el  proceso de toma de poder o empoderamiento de las mujeres. Kabeer (1999, pp. 436-437)  define este último término como la habilidad de un individuo o de grupo de  personas para elegir en un contexto donde la elección ha sido descalificada. Este término se refiere a decisiones  estratégicas de vida, o sea que son clave para que las personas puedan vivir la  vida que desean. La libertad de movimiento y el poder elegir un trabajo  extra-doméstico entran en este tipo de decisiones. Por otra parte, para que un  individuo se empodere inicialmente tiene que estar desempoderado, es decir, la  habilidad de toma de decisiones estratégicas es limitada (Kabeer, 1999). 
  Las  relaciones de poder operan a distintos niveles en la sociedad: individual,  familiar, comunitario, nacional e internacional (Malhotra et al., 2005). El presente  artículo analiza las relaciones de poder en el hogar, enfocándose en la manera  como los esposos o la familia política de las esposas usan (intencionalmente o  no) su poder para manipular la conducta de éstas en su movimiento y trabajo  extra-doméstico, y cómo ellas utilizan el poder para resistirlo. 
  Lukes  (2005) definió tres dimensiones de poder que dependen de la visibilidad de las  decisiones y del conflicto. Su estudiante Gaventa (2011) retomó estas tres dimensiones  y las conceptualizó como formas de poder, las cuales se describen a  continuación. 
  Forma  de poder visible: involucra  decisiones controversiales sobre las que hay un conflicto explícito y  observable. El conflicto es acerca de preferencias que presumiblemente se hacen  conscientemente y que se manifiestan con acciones observables. Si se observa  quién participa, cuáles son los intereses en juego, qué voces están presentes  pero tienen poca influencia, quién pierde y quién gana, se puede dilucidar quién  tiene el poder. En esta forma de poder, los actores son conscientes de sus  agravios y son capaces de articularlos, por lo que tienen los recursos  necesarios para negociar. 
  Forma  de poder oculto: se refiere a la  creación de barreras que previenen que se manifieste la participación en la  toma de elecciones. Involucra mecanismos en los que una persona previene a otra  de sacar a relucir un conflicto. También incluye acciones en las que personas  resisten la dominación y lo hacen de forma menos pública. 
  Forma  de poder invisible: involucra formas  en las cuales el conocimiento de los derechos e intereses son escondidos a  través de ideologías, formas de valor, y comportamiento determinados por  patrones culturales y sociales, así como por la política de instituciones.  Tiene que ver con la “internalización” de las normas sociales, y afecta a las  personas en su conocimiento y consciencia de asuntos y conflictos potenciales. Debido  a que los patrones de conducta culturalmente construidos no son establecidos por  los miembros del hogar, no se puede hablar explícitamente del poder de uno  sobre otro, por ejemplo, del esposo sobre la esposa; sin embargo, debido a que  la libertad de la esposa para elegir bienestar está siendo restringida, se  puede afirmar que se ejerce poder sobre de ella. 
  En  el caso de una pareja hay poder visible, sobre todo cuando las dos personas  entran en un proceso de deliberación en el que manifiestan sus inquietudes y  deseos. Aquel que tiene poder es el que logra imponer sus intereses. Por otra  parte, hay poder invisible cuando uno de los dos no expresa explícitamente sus  intereses y no se entra en un proceso de negociación. El poder invisible está  presente cuando una de las dos personas o las dos, internaliza completamente  una norma social. Por ejemplo, las mujeres internalizan a tal grado sus roles  de esposa y madre, que no los cuestionan.
  Las  estrategias para empoderar a los individuos dependen de la visibilidad de las  formas de poder. Las maneras para desafiar el poder invisible incluyen la  educación adulta, los programas de concientización, el uso de los medios de  comunicación y los métodos populares para desafiar los estereotipos y discursos  prevalentes. Cuando hay poder oculto, el individuo no tiene la agencia  suficiente o la esperanza de lograr sus intereses usando mecanismos públicos y  explícitos.  Por lo tanto, los métodos que  abordan este tipo de poder se enfocan en mejorar la voz de las personas y su  capacidad de expresar y manifestar sus necesidades, es decir, de reforzar su  agencia. Por último, cuando hay poder visible, se tienen la agencia y el  espacio para externar cualquier inquietud. En este caso, la estrategia  involucra la negociación directa y la provisión de recursos sociales, legales y  económicos (Gaventa, 2011). Debido a las distintas implicaciones de cada una de estas formas de poder  en los programas y las políticas que deben usarse para empoderar a las mujeres,  a lo largo del artículo se hará una diferenciación. 
  Es  importante también distinguir entre los mecanismos que pueden ser utilizados  por los individuos para mantener y ejercer el poder. Los mecanismos utilizados  en el poder visible y oculto son la coerción, la manipulación, la autoridad y  la influencia. Una estructura de poder es la coerción, que descansa en la amenaza del uso de la fuerza o la  privación seria por parte del principal, y en la creencia por parte del  subalterno de que tiene tanto la capacidad como la disposición de usarla (Scott,  2001). La manipulación tiene que ver  con el uso del engaño y la mentira para mantener el poder. Es un aspecto o sub  concepto de la fuerza, donde la conformidad surge en ausencia del  reconocimiento de la exacta naturaleza de la demanda que se le hace por parte  de quien actúa de conformidad (Lukes, 2005). La autoridad es sostenida por la idea de que se tiene el derecho a dar  órdenes y la correspondiente obligación de obedecer.  Existe cuando una o varias personas  tácitamente o explícitamente permiten que alguien más tome decisiones por ellas  en ciertas acciones. Un individuo está dispuesto a conformarse porque se siente  comprometido con la legitimidad de la fuente del mando y no porque haga una  evaluación de la acción o situación implicada. El poder es aceptado porque se  considera correcto, justificado o válido en alguna forma y su legitimidad fluye  de la internalización de significados culturales (Scott, 2001). Se habla de influencia cuando la persuasión opera a  través de símbolos cognitivos, ideas y representaciones que llevan a las  personas a definir situaciones en forma específica, es decir, en forma de  significación. En este caso, los individuos son atraídos e influenciados por el  marco de referencia interpretativo del principal (Scott, 2001).
Algunos  mecanismos de poder son perjudiciales, mientras que otros pueden llegar a ser  constructivos. Por ejemplo, la violencia física tiene graves efectos en el  bienestar de quien la recibe; sin embargo, la influencia, a través de  razonamientos válidos y oportunos, puede ser de provecho para la relación. Por tanto,  también se distinguirán entre los mecanismos de poder en las negociaciones  relacionadas con la movilidad y trabajo de las mujeres en San Felipe del  Progreso. 
Metodología
  El trabajo de campo se realizó en dos etapas. En la  primera se hicieron entrevistas a profundidad a mujeres de todas las edades y  estado civil en dos áreas de San Felipe del Progreso. En este artículo se  considera únicamente la información proporcionada por mujeres unidas, casadas y  separadas. Específicamente,  las entrevistas se llevaron a cabo en San Lucas Ocotepec, El Carmen Ocotepec, Guadalupe  Coté y San Juan Coté. Las primeras dos son localidades que colindan entre sí,  al igual que las dos últimas. Las primeras dos comunidades se encuentran cerca y  bien conectadas a San Felipe del Progreso y Atlacomulco. Las segundas se  encuentran mucho más alejadas de centros urbanos y, por lo tanto, tienen menor  acceso a servicios de educación básica superior y superior, a servicios de  salud y a empleos fuera de la comunidad. En total se hicieron 18 entrevistas en  Guadalupe Coté y San Juan Coté y 22 en San Lucas Ocotepec y El Carmen Ocotepec. 
  En la segunda etapa,se llevaron a cabo grupos de enfoque en  mujeres de toda la zona. Se realizó un grupo de enfoque a mujeres casadas, una  a mujeres casadas con migrantes y otra a mujeres separadas. Tanto en las  entrevistas como en los grupos de enfoque, se puso énfasis en la dinámica de la  relación con sus esposos o exesposos. Se encontró que las mujeres no tenían  completa libertad de elegir sobre su movilidad, ya fuera para ir a visitar a  sus mamás, para ir al mercado e incluso para trabajar. Esto tenía importantes  consecuencias en el bienestar de las mujeres, por lo que se profundizó en la  toma de decisiones sobre estos aspectos en el hogar. 
Características socio-económicas de San Felipe del  Progreso
  San Felipe del Progreso es un municipio en el noroeste  del Estado de México, que cuenta con 104 localidades. En 2010 tenía una  población de 121 396 personas. De éstas, 58 173 eran hombres y 63  223 mujeres. Es considerado  como un municipio indígena mazahua, aunque solamente 32 % de la población de 5  años y más hablaba una lengua indígena en el 2010 (INEGI 2010). De acuerdo al  Consejo Nacional de Población (CONAPO, 2010), en el 2010 había un índice de  marginación alto y de acuerdo a la medición de pobreza del Consejo Nacional de  Evaluación (CONEVAL 2015), en el 2010, 81 568 personas (80.6 % del total de la  población) se encontraban en pobreza. De ellas, 37 611 (37.1 %) presentaban  pobreza moderada y 43 958 (43.4 %) pobreza extrema. Por lo tanto, esta región es  pobre y tiene muchas carencias. 
  Debido a la escasez de oportunidades laborales en el  municipio, y a la baja rentabilidad de la agricultura (de subsistencia y  autoconsumo), una estrategia económica común en los hogares es la migración de  hombres y mujeres solteros a las zonas urbanas. De acuerdo con Larralde (2011),  la fuerza laboral agrícola ha emigrado a las zonas urbanas debido a los bajos  ingresos en el sector, la disminución de los precios agrícolas, las recurrentes  crisis desde 1982 y la restructuración neoliberal. Los estudios llevados a cabo  por este autor en Emilio Portes Gil, localidad de San Felipe del Progreso, coinciden  con la información obtenida en las entrevistas del presente estudio. Gran parte  de la actividad laboral está fuera del espacio local, donde las personas  realizan principalmente trabajos por cuenta propia, ya sea en la agricultura,  el comercio o en el área de servicios. Aunque gran parte de la población que  migra tiene empleo asalariado, no es en ramas altamente productivas o técnicas,  por lo que es precario, de baja remuneración y con malas condiciones  laborales.  
  Las mujeres solteras que migran se dirigen principalmente  a la Ciudad de México a trabajar como empleadas domésticas, aunque también se  encontraron mujeres que migraban a Hermosillo e incluso a Estados Unidos. Una  vez casadas, las mujeres regresaban a los pueblos y vivían con sus suegros.  Este también era una estrategia económica, ya que una vez formada una familia  era inasequible mantener el hogar en la ciudad. Una vez que los esposos  ahorraban (que no siempre ocurría) podían adquirir un inmueble e independizarse  de la familia política. 
  Las parejas se distribuían las labores de acuerdo a las  normas sociales prevalecientes, es decir, las mujeres realizaban las labores  domésticas y los esposos proveían económicamente. Las labores domésticas  incluían el limpiar la vivienda, hacer la comida, servirla a los miembros del  hogar, cuidar a los niños, ancianos y enfermos, cuidar a los animales y trabajar  la tierra. Por otra parte, no había muchas oportunidades de trabajo  extra-doméstico en la zona para las mujeres, pero se encontraron otras, como  lavar ajeno, trabajar la tierra de otros, en una estética, atendiendo tiendas y  en empleos informales, como la venta y preparación de comida y la venta de  ropa. Las mujeres con mayor nivel educativo eran enfermeras o maestras.
  Los hombres, solteros o casados, migraban a la Ciudad de  México (en cuyo caso regresaban a sus pueblos cada fin de semana) o a Estados  Unidos. En estos lugares era común que trabajaran como obreros en la industria  de la construcción. Aquellos que migraban a Estados Unidos tenían un mayor  estatus, ya que podían enviar más dinero a sus familias. Otros oficios de los  hombres eran chofer de taxi, agricultor y microempresario informal, por  ejemplo, en venta de pan. 
  Dinámicas  de poder en el hogar relacionadas con la movilidad de las esposas
  En San Felipe del Progreso muchas mujeres no tienen  libertad de salir de sus casas para ir a donde ellas elijan. Una norma social  imperante en el municipio indica que las mujeres que viven en pareja tienen que  pedir permiso a sus esposos y suegros para ir a lugares alejados, tales como el  mercado, visitar a su familia o ir a trabajar. Al tener que pedir “permiso” y  estar sujetas a éste, las mujeres viven bajo la autoridad de la familia  política, que tiene el poder de decisión sobre las vidas de las esposas.  
  Cuando las esposas querían salir de sus casas y sus  esposos rechazaban que lo hicieran, se debía principalmente a dos motivos,  ambos relacionados con las normas sociales. El primero está vinculado con la preocupación  de los esposos de que sus esposas les pudieran ser infieles. Por ejemplo, Paola  indica que a su esposo: “No le gusta que salga, porque cree que  va a haber hombres. Cree que hay otras personas que pueden llamar mi atención.  Ya sabe que van puras mujeres pero, cuando hay hombres sí se pone celoso”. Entonces  se ejercía control en la sexualidad de las mujeres a través de la restricción  de sus movimientos. Los esposos tampoco querían que sus esposas salieran porque  si lo hacían no cumplirían  cabalmente con sus tareas de amas de casa, es decir, no tendrían lista la  comida a tiempo o no los atenderían a ellos como creían que era debido. Por  ejemplo, Carmen indica que tiene conflictos con  su esposo: “Luego me iba a casa de mi mamá todo el día y cuando llegaba él me  decía ’y ahora tú, ¿dónde te metes? ¿Por qué no me has preparado de comer?’” Ambos  motivos están directamente relacionados con las normas sociales. 
  Cuando  los esposos migraban se encontraron casos en los que seguían controlando los movimientos  de sus esposas por teléfono. En otros casos sólo controlaban su movilidad  cuando ellos estaban presentes. No  obstante, cuando las esposas viven con su familia política no sólo tienen que  pedirle permiso a sus esposos, sino también a sus suegros. Por lo tanto, la  migración de los esposos no significa completa libertad de movimiento para  ellas; sin embargo, sí significa que dichas esposas, después de tener hijos y de  que éstos se casaran, podían tener poder sobre la decisión de movilidad de  otras mujeres: sus nueras. 
  Aunque la esposa no esté viviendo con la familia  política, ésta puede controlar y vigilar sus movimientos por medio de chismes y  críticas, los cuales están relacionados directamente con las dos normas  mencionadas, es decir, con el cumplimiento de las esposas de su rol de ama de  casa y también con el control de su sexualidad. 
  Un ejemplo del primer caso es el de Celia. Su esposo es  un obrero que trabaja entre semana en la Ciudad de México. A él no le importa  que ella salga; sin embargo, el hermano de él insiste en que Celia debe  permanecer en su casa: 
  Haga de cuenta  que no le gustaba que yo saliera, que no llegara nadie a la casa, quería que  todo el tiempo una estuviera en la casa, en la casa, y pues yo cuando recién me  fui para allá venía seguido con mi mamá, diario, diario, y eso era lo que no le  gustaba a ese señor. Me decía que si su hermano me vino a traer era para que me  quedara en la casa y no para que anduviera de aquí para allá y que esa casa la  tenía que cuidar.
  Ejemplo  del segundo caso es el de Rocío, a quien su esposo cela. Él también trabaja  como obrero en la Ciudad de México y su mamá le siembra celos. Rocío dijo: “Su  mamá (de su esposo) le da ideas, le dice que yo salgo, que todo el tiempo estoy  fuera, y entonces se pone celoso. Como él esta fuera, está trabajando fuera”.
  Cuando  los esposos no les daban permiso a sus esposas de salir, a veces ellas buscaban  negociar abiertamente con ellos para tratar de convencerlos, pero esto podía  ocasionar que reforzaran su autoridad con violencia, ya fuera verbal o físicamente.
  Celia, también manifestó:
  Hay veces que no  me da permiso. “No quiero que vayas y punto. Si no quieres tener más problemas,  no vayas; tú decides”. A veces sí le hago caso y no voy, pero a veces le digo  que no soy propiedad de él. Hay días que sí se pone muy agresivo y como a veces  toma, es cuando saca toda su furia. Ya no me golpea, pero se desquita con las  cosas, avienta los trastes y nos insulta muy feo (a ella y sus hijos). 
  Este  es un caso de poder visible, donde la esposa trata de resistir la autoridad de  su esposo de forma explícita y abierta, al decirle que ella no es de su  propiedad. El esposo respondía intentando imponer su autoridad con amenazas y violencia.
  Otro  mecanismo de oposición de las esposas es la resistencia oculta, con la que  ellas deciden a dónde ir, a pesar de no contar con el permiso de la familia  política. Consiste en encubrir acciones reales para poder hacer lo que ellas  quieren. Lucía, por ejemplo, de 52 años, y que vive en Guadalupe Coté, indicó  que su esposo no le da permiso de ver a su mamá. Al preguntarle qué hace en  esos casos, contestó: 
  Pues le decía  que iba a la tienda o algo así y me iba rápido con mi mamá o, por ejemplo, los  días domingo yo le decía: “Mira, voy a ir a Santa Ana” (pueblo donde está el  mercado) y él me decía: “Está bien”. Y como mi suegra vive cerca, mi mamá vive  más arriba y mi suegra más abajo, ahí era donde yo aprovechaba, o cuando iba a  la escuela con los niños que había reunión de ahí ya me pasaba. 
  Guadalupe  aprovechaba las salidas a otros lugares para ir a ver a su mamá, sin que su  esposo se diera cuenta. Este mecanismo, además de ocultar las acciones reales  de las mujeres, implica que tenían que esperar el momento adecuado. No podían  hacerlo en el momento en que ellas quisieran, así que aunque había un mecanismo  de poder oculto, distaba de ser una libertad completa de decisión. 
  Es  interesante notar que Lucía, quien ahora vive con su hijo y su nuera, se queja de  que ella dice que va a otro lugar cuando en realidad va a ver a su mamá. 
  Ella que se va  con sus papás y luego me dice mi esposo que por qué la dejo, pero yo le digo  que quién soy yo para prohibirle y de hecho ella me dijo que ella se casó con  mi hijo, no conmigo y se desquita conmigo mi esposo. En la mañana me dice “Suegra,  ya me voy”, luego me mandó un mensaje: “Mi cuñada está muy enferma”. Y ya  resulta que llegó mi esposo y me pregunta y ya le digo que dice que se puso  enferma su cuñada, y dice: “Pues está mal, ya se la agarró que cada ocho días a  su casa”. Yo voy a preguntarle a su papa qué pasa y dice que la única que salió  fue su mamá, y la cuñada que según estaba enferma andaba por el cerro cuidando.
  La  nuera de Lucía resistía abiertamente el poder que su suegra tenía sobre su  movimiento, pero aun así tenía que recurrir a encubrir su verdadera intención  para poder ir a ver a su familia, así que en realidad no tenía completa  autonomía para ir a donde ella quisiera.
  A  partir de los ejemplos mostrados hasta ahora, se hace evidente, como lo había  expuesto Gaventa (2011), que las formas y mecanismos de poder relacionados con una  misma decisión están interrelacionados y varían en el tiempo. La nuera de Lucía,  por ejemplo, resiste abiertamente en ocasiones la autoridad de su suegra,  diciéndole que se casó con su hijo, no con ella, y también oculta sus  verdaderos movimientos. Los esposos además de la autoridad que ejercen, en  ocasiones utilizan la violencia para reforzar su autoridad. 
  Por  otra parte, se encontraron también varias mujeres que indicaron que cuando  pedían permiso para salir y su esposo no se los daba, acataban su decisión sin  negociar para que cambiaran de opinión. Es decir, cedían todo el poder a su  esposo de elegir sobre su movilidad. Internalizaban así la norma que indica que  los esposos tienen autoridad sobre las esposas. 
  Había  mujeres que incluso habían internalizado la noción de que las mujeres debían  quedarse en su casa. Por ejemplo, Josefa señaló: “Él (su esposo) trabaja en  México, yo no salgo de mi casa, de misa me voy a comer. Si llego a salir, le  aviso por teléfono”. Cuando ya no se cuestionan estas normas sociales y comienzan  a percibirse como una conducta natural a seguir, se habla de un poder  invisible. 
  Por  último, sobre todo entre las nuevas generaciones, los esposos invitan a sus  esposas a que no pidan permiso, es decir, ellos otorgan a sus esposas el poder  de decidir sobre su movilidad. Fabiola de 32 años, por ejemplo, dijo: “Yo no le  pido permiso a mi esposo, él me dice: ‘a mí solamente avísame, yo no necesito  que me pidas permiso, sólo avísame´. Sólo es avisarle a donde voy”.
Dinámicas  de poder en el hogar relacionadas con el trabajo extra-doméstico de las esposas
  Se  ha reiterado a lo largo del artículo que las normas sociales en la región indican que las mujeres casadas  son amas de casa, es decir, son las responsables de la limpieza del hogar;  de atender a sus miembros, incluyendo cocinar  y servir la comida; de cuidar a los niños, viejos y enfermos; y de ocuparse de  los animales de la casa. Al casarse, muchas mujeres viven con sus suegros, por  lo que realizan dichas tareas bajo la autoridad de sus suegras. Los hombres,  por otro lado, son los proveedores del hogar. Las mujeres del grupo de mujeres  separadas afirman que: “El señor tiene que salir a trabajar y la señora tiene  que lavarle”. Por lo tanto, las normas sociales establecen las tareas que las  mujeres deben realizar.
  En ausencia de normas sociales, los miembros del hogar  negociarían por una división de tareas de acuerdo a sus preferencias. Sin  embargo, debido a estas normas cada miembro de la familia se dedica a tareas  dentro y fuera del hogar de acuerdo a sus roles. 
  Muchas mujeres de San Felipe del Progreso desean trabajar  fuera del hogar para tener los medios que les permita adquirir bienes y tener una  independencia económica, sobre todo si habían migrado y trabajado cuando eran solteras.  Al casarse, las mujeres regresaban a su pueblo y asumían el rol de ama de casa.  Varias entrevistadas que habían migrado indicaron que extrañaban tener la  autonomía de decidir sobre sus propios ingresos. 
  Me acostumbré a  tener mis cosas; si quería algo me lo compraba. Ahora se me hace muy difícil,  porque si quiero comprar cosas para mi hija o para mí misma y mi esposo no me  da, me quedo con las ganas de comprar las cosas. Por eso me gustaría trabajar.
  Por  su parte, Adriana también señala que extraña trabajar, ya que “me hacía sentir  independiente y ahorita pues ya dependo de alguien, no sólo de mí”. Aunque las mujeres no hubieran trabajado de solteras, de  todas formas trabajar es la forma en la que pueden adquirir bienes para ellas y  ahorrar dinero. 
  En la negociación de si las esposas trabajan o no, las  normas sociales también favorecen que los esposos tengan autoridad sobre ello. Cuando  las esposas negocian con sus esposos poder salir a trabajar (en la movilidad,  los hombres se niegan por celos y porque ellas “descuidan sus obligaciones de  amas de casa”) se pone énfasis en el cuidado de los hijos,  
Este  era el caso de Fabiola, de 20 años, quien platicó que había tratado de  convencer a su esposo de que le diera permiso de trabajar: “Pues  a veces cuando yo tenía nada más dos niños  quería irme a trabajar, pero pues él no quiso y pues ya nunca lo convencí y  ahorita con cinco, pues menos”. Al preguntarle porqué su marido no había  querido que ella trabajara, contestó “Pues lo que pasa es que los niños ya iban  a la escuela y luego no había quién los cuidara para que se fueran a la escuela.  Por eso”.
Incluso aquellas mujeres que tenían dónde dejar a sus hijos indicaron que sus esposos no querían que trabajaran porque descuidaban a sus hijos. Gabriela trabajó un tiempo en Toluca y mientras lo hacía vivió con su hermana, quien cuidó a su única hija.
Hace poquito me fui a trabajar a Toluca. Le dije: “Me voy a desaburrir”, pero ya no me dejó por mi niña. Yo estaba en donde venden jugos, licuados, tortas y todo eso. Es que había dos turnos: entraba de las seis de la mañana a las dos y media de la tarde, o luego entraba de las ocho de la mañana a las seis y media de la noche. Entonces llegaba yo y mi hija ya estaba durmiendo, y ya por eso no me dejó.
Lo  esposos argumentan que no querían que sus esposas trabajaran porque era su  obligación cuidar a los hijos. Mientras que éste podía ser un motivo auténtico  por el cual los esposos no querían que sus esposas trabajaran, también y debido  al peso que tiene para las esposas y la sociedad entera el ser buena madre,  podían haberlo utilizado para persuadirlas de no trabajar. 
  Por  ejemplo, Martha tiene una niña de año y medio. Ella dijo que su esposo no accedía  a que ella trabajara.
  
  He platicado con  él y pone de pretexto a la niña. Para él sí es pretexto. ¿Qué va a decir la  gente si la esposa de tal persona está trabajando si él acaba de llegar de Estados  Unidos? ¿Qué va a decir la gente? Le importa lo que dice la gente.
  Martha  piensa que su esposo no quiere que ella trabaje porque le interesa su imagen de  proveedor económico, en especial porque acaba de regresar de Estados Unidos, de  donde se supone debió haber ganado mucho dinero, y no tanto el cuidado de su  hija. Esto asimismo pone en evidencia, la influencia de los chismes y críticas  (que siempre surgen cuando una esposa trabaja) en las motivaciones y  preferencias de las personas. 
  Por  ejemplo, Lorena dijo que tenía roces con su esposo y que también recibía  críticas de su suegra y familia política porque trabajaba.
Entre la familia, el que te ausentes todos los días, de lunes a viernes, de tales horarios a tales a horarios, no es bien visto. Me decían que no iba a trabajar… que yo era mala madre, que cómo podía dejar a mis hijos, me decían groserías, pero no tomaba en cuenta los comentarios que ellas hacían.
Por  lo tanto, estos chismes y críticas se basaban tanto en la idea de que las  mujeres que trabajan descuidan a sus hijos, y a la de que había la posibilidad  de que fueran infieles a sus esposos si se ausentaban de la casa.  
  También  está la creencia de que un hombre se casa para que la esposa le limpie, le  cocine, le cuide a sus hijos, etcétera. Los  suegros de Martha, por ejemplo, le decían a su  esposo “¿Entonces para qué te casaste, entonces para qué quieres a tu mujer si  ya se deslindó de las obligaciones que tiene, de hacerte de comer, te lavarte o  atenderte?”
  Si  las mujeres se resistían abiertamente a la autoridad de sus esposos, podía  ocasionar la disolución del matrimonio. Este fue el caso de Claudia. Con el  apoyo económico de sus papás ella estudió enfermería y trabajaba en un centro  de salud. Mientras trabajaba, su mamá le cuidaba a sus tres hijos, uno de trece  y dos gemelos de ocho años de edad. Cuando todavía estaban casados, su  exesposo, quien había migrado a Estados Unidos, no quería que ella trabajase.  Aunque no vivía en San Felipe, él se ponía celoso por las horas en las que ella  llegaba a su casa. 
  Tenía dificultades  porque “no has llegado, es que llamé, marqué a la casa y nos has llegado.”  Igual incomoda y con el tiempo te va afectando. Y yo digo nueve años estuvieron  bien. Yo digo no importa, no importa, bueno sí importa porque no trabajas a  gusto, no vives a gusto. La verdad, sí importa.
  Igual  que con el caso de la movilidad, aunque los esposos hubieran migrado las  mujeres tenían que rendirles cuentas por teléfono. En este caso, eventualmente  su esposo la había dejado y había encontrado otra pareja en Estados Unidos.  Claudia se sentía culpable de haber trabajado, pensaba: “De repente si no te  hubieras ido a trabajar no estarías sola, con estos tres hijos”. Por lo tanto,  ella relacionaba el abandono de su esposo con que ella no hubiera respetado su  autoridad, ignorado la desaprobación de su familia política y tomado la  decisión de trabajar. 
  Aquí  también estaba presente un poder invisible, pues debido a que las mujeres  habían internalizado las normas sociales y creído que su obligación era ser  amas de casa y no trabajar, renunciaban a la negociación con sus esposos. 
  Está  claro que un trabajo requiere ausentarse del hogar en un horario durante varios  días a la semana. Esto hizo que el tema de la movilidad fuera diferente del laboral  en dos aspectos. El cuidado de los hijos era más relevante que las labores  domésticas. Sin embargo, aunque las mujeres tuvieran quién las ayudara a cuidar  a sus hijos (casi siempre un familiar cercano), se tenía la percepción de que los  descuidaban si trabajaban. Además, al contrario de la movilidad, no se encontró  una forma de poder oculta ya que resulta mucho más difícil ocultar el trabajo  que unas visitas fuera del hogar. 
Discusión  
  Como se ha corroborado hasta ahora, son varios los  canales por los cuales las normas sociales influyen en el poder de las mujeres.  En primer lugar, las normas sociales establecen cuáles son las actividades y  comportamiento adecuados para hombres y para mujeres. Las mujeres deben  quedarse en casa, ser fieles, dedicarse a las labores domésticas y al cuidado  de los miembros de la familia. Por otro lado, los hombres deben ser los  proveedores. Hay parejas que internalizan estas normas sociales al  grado de que no las cuestionan. En este caso, está presente un poder invisible  que limita a las mujeres en su libertad de movimiento y de elección de trabajar  y, por lo tanto, de tener bienestar. Algunas mujeres internalizaban estas  normas a tal grado que incluso mencionaban que no salían de sus casas, es  decir, ni siquiera se atrevían a pedir permiso a sus esposos para salir. 
  Las normas sociales también dan autoridad a los esposos y  las familias políticas con respecto a su incumplimiento en la movilidad y  trabajo extra-doméstico de las mujeres. En ese sentido, las mujeres no son  consideradas como personas adultas y críticas, con derecho a decidir sobre su  propia movilidad. 
  Cuando las esposas negocian visiblemente con sus esposos  que las dejen salir de sus casas o ir a trabajar, y no acceden, se debe  principalmente a dos motivos, ambos relacionados con las normas sociales. En  primer lugar, en el municipio hay un fuerte control de la sexualidad de las  mujeres, una gran sospecha y desconfianza relacionada con la  fidelidad a sus esposos. Si  las esposas salen o trabajan levanta sospechas de que puedan conocer a hombres  con los que serán infieles. 
  En segundo lugar, las esposas al ser amas de casa tienen  que atender a los miembros de la familia y realizar las labores domésticas,  como cocinar y servir la comida. Incluso se considera que estas tareas son el  propósito mismo de las mujeres en el matrimonio. Por lo tanto, si las mujeres  salen lejos o trabajan no pueden cumplir cabalmente con dichas obligaciones. Asimismo,  las mujeres que trabajan tienen que ausentarse más tiempo, por lo que se piensa  que descuidan el cuidado de los hijos. 
  Además, las normas sociales influyen en las motivaciones  y preferencias, tanto de los esposos como de las esposas, a través de los  chismes y las críticas de la familia política y la sociedad en general. De esa  manera limitan la libertad de movimiento de las mujeres y su trabajo fuera de  casa. 
  En el proceso de negociación, el cuidado de los hijos también  se utiliza para impedir que las esposas trabajen, aunque no sea este el verdadero  motivo. Así que las normas sociales también son utilizadas como argumentos en  el proceso de negociación. 
  Las normas sociales influyen en los argumentos  utilizados. Se recomienda hacer campañas de concientización para  contrarrestarlas. 
  Los esposos de aquellas mujeres que transgredían  visiblemente su autoridad recurrían a la violencia, ya sea verbal o física,  para amedrentar. Esto evidencia la teoría de la  inconsistencia de estatus, que indica que los esposos son más proclives a emplear  la violencia si se sienten amenazada su autoridad o no pueden cumplir con su  papel de proveedores (Casique 2008). Al elaborar programas y políticas para empoderar a las mujeres, deben de  considerarse los efectos perniciosos que se pueden generar, tal como una mayor  violencia por parte de los esposos. Es fundamental considerar programas que  atiendan a los hombres sobre los efectos de su pérdida de identidad en relación  con su autoridad y jerarquía en el hogar. 
  Por  otra parte, las mujeres pueden utilizar un mecanismo de resistencia o poder  oculto, con el que logren ir a donde ellas quieran, pero encubriendo sus  acciones. Si dicen que van a otros lugares o esconden el verdadero motivo de  sus salidas de casa, logran el poder para ir a donde ellas quieran. No  obstante, este mecanismo de resistencia por ser oculto dista de ser una verdadera  libertad. Así, es evidente la importancia de mejorar la capacidad que las  mujeres tienen de expresarse y manifestar sus necesidades asertivamente. 
  A  pesar de que las  normas sociales en San  Felipe otorgan autoridad a los esposos de tomar decisiones relacionadas con la  movilidad y trabajo de sus esposas, existen algunos que las  invitan a que decidan ellas mismas sobre el  asunto. Esto sucede sobre todo en las nuevas generaciones. Se recomienda  identificar claramente cuáles son los factores, tales como educación,  participación de las mujeres en trabajos asalariados, etcétera, que influyen en  la internalización de las normas sociales entre hombres y mujeres, para alcanzar  relaciones de poder más equitativas. 
  Por  otro lado, aunque los esposos den esa libertad a sus esposas, la familia  política puede limitarla a través de chismes y críticas, por lo que se deben  crear programas para erosionar las normas sociales en toda la comunidad y no  sólo tratar de influir aisladamente en un puñado de mujeres. 
Aunque  en el presente artículo se estudió la influencia de las normas sociales en el  poder de las mujeres en las relaciones de pareja, sería interesante hacerlo con  la influencia de las normas sociales en el poder de las mujeres a nivel  comunitario y en sus interacciones con las instituciones. Vale la pena repetir  el estudio en otras regiones para identificar las similitudes y diferencias  entre los mecanismos y visibilidad del poder de las mujeres a nivel relacional.  Incluso podría plantearse un estudio cuantitativo para conocer el alcance de  las normas sociales y sus formas de poder en las relaciones. 
  Conclusión
  Del  estudio aquí presentado se hacen evidentes dos cuestiones: la importancia de  ahondar en las dinámicas de poder en el hogar, y la necesidad de examinar a  fondo los canales a través de los cuales las mujeres se empoderan. Sólo de esta  manera se pueden esgrimir programas y políticas encaminados a incrementar el  bienestar de las mujeres. 
  Diferenciar  los mecanismos de la visibilidad en la negociación en el hogar es esencial. Por  ejemplo, los esposos buscan imponer su autoridad con violencia. Esto conlleva  que para poder empoderar a las mujeres es necesario encontrar formas de mejorar  su agencia y recursos, pero también de educar a los hombres para que sean  conscientes de la libre determinación de sus esposas.
  Asimismo  se debe indagar sobre las normas que limitan el poder de las mujeres en el  hogar. La autoridad de los esposos sobre sus esposas, el control de la  sexualidad de las mujeres, y los roles de ama de casa y de proveedor económico,  son normas sociales que impiden la libertad de las esposas en su movimiento y  trabajo extra-doméstico. Por lo tanto, dichas normas sociales deben combatirse  con programas de concientización, talleres, etcétera. 
  Finalmente,  las normas sociales a través de la internalización y de los chismes y críticas.  La mujer que desafía las normas que limitan su libertad, encontrará obstáculos  y presiones por parte de su esposo, su familia política y las personas de su  localidad. Así, las normas sociales deben ser erradicadas de las localidades.  
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Agradecimientos
Agradezco al Programa para el Desarrollo Docente (PRODEP) de la Secretaría de Educación Pública por financiar el proyecto de investigación, así como a las integrantes de la Casa de la Mujer Indígena ZANA JÑATJO, Luna Mazahua en San Felipe del Progreso, por su apoyo logístico y apertura para entrar a sus comunidades. Asimismo agradezco el apoyo de la Dra. Luz María Salazar y sus sugerencias para la elaboración de este trabajo.Este marco conceptual y teórico está basado en un artículo teórico enviado para su dictamen a una revista científica.